Siete años después del lanzamiento de Xbox One, Microsoft por fin saca al mercado su nueva generación de consolas: Xbox Series X y Xbox Series S. Aunque en 2017 tuvimos esa actualización con Xbox One X, ahora es de verdad cuando damos el salto a la nueva plataforma con el máximo potencial posible. Tras dos semanas con la máquina, te contamos todo lo que nos ha parecido el nuevo hardware de Microsoft.
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Características
La comparación de las consolas con el PC dejó de tener sentido hace bastante tiempo; al fin y al cabo, los equipos van a velocidad de crucero y cada año se pegan avances que son increíbles incluso para los más jóvenes. Más allá de esto, con Xbox Series X se ha hecho un trabajo encomiable en lo que a hardware se refiere. La consola sale al mercado con las siguientes características:
- Una CPU 8X Cores @ 3.8 GHz (3.6 GHz w/SMT) Custom Zen 2 CPU.
- Una GPU de 12 teraflops 52 CUs @1.825 GHz Custom RDNA 2 GPU.
- 16 gigas GDDR6 de memoria.
- 1TB de espacio interno (se queda en unos 800 GB debido al SO) y bahía de expansión para Seagate Expansion Card.
- Lector UHD Blu-Ray.
- HDR.
- Dolby Digital 5.1, DTS 5.1, Dolby TrueHD Atmos y 7.1 L-PCM.
- 3 puertos USB 3.1, salida HDMI 2.1 y 802.11ac dual band Wireless (con entrada de red de hasta 1 Gbps).
¿Qué se consigue con todo esto? Pues, entre otras cosas, que la consola pueda ofrecer resolución 4K sin ningún tipo de problema, así como juegos a 60 frames por segundo. Cómo no, dependerá de cada estudio si quiere llegar a estos estándares de calidad, pero la consola da la posibilidad de lograrlo (y buena prueba de ello es que gran parte de los títulos de Xbox One no sólo corren a esta velocidad, sino que algunos logran incluso los 120 FPS).
Cabe recalcar que la resolución de los juegos no siempre es nativa, sino que puede ser dinámica. De esta manera, cada juego puede variar en función de la situación donde se encuentre. No obstante, que nadie se preocupe, ya que, por lo general, siempre se superan los 1440p en todos los títulos que permitan dicha opción.
Por otro lado, se agradece que aquellos juegos que tenían una tasa de imágenes muy irregular en Xbox One, como era el caso de Sekiro, ahora no sólo se quede estable, sino que, además, suba hasta los 60 frames por segundo. Ocurre con muchos más títulos disponibles, salvo con las excepciones donde el estudio haya capado esta posibilidad (el fijarla por debajo, claro).
La retrocompatibilidad por bandera
No hay duda de que una de las grandes bazas que tiene Xbox ahora mismo es su retrocompatibilidad. Esto se traduce en que el jugador que adquiera una máquina de Microsoft, al momento tendrá la oportunidad de jugar a más de 600 títulos disponibles entre Xbox y Xbox 360 (por no hablar del 99 % de los de Xbox One).
La compañía de Redmond ya ha comentado que el catálogo se irá ampliando conforme pasen los años, un catálogo que se detuvo, precisamente, para corroborar que los 600 de Xbox y Xbox 360, así como todos los de Xbox One, funcionaran bien en la nueva generación. Y aquí está la clave: los títulos retrocompatibles tienen una gran cantidad de mejoras aplicadas por defecto.
Quizás la más llamativa de todas es la del Auto HDR. ¿Qué se esconde tras este concepto? Pues algo sencillísimo como que cada juego “recibe” una mejora automática para que se vea mucho mejor (valga la redundancia). El HDR hace maravillas como se ha demostrado, así que a poco que tengas una pantalla compatible con este estándar, Xbox Series X lo localizará y se activará por defecto en el juego. Una maravilla. Además, todos los juegos mejoran la tasa de frames en la medida de lo posible, mientras que la resolución sigue siendo la original, pero reescalada (salvo que tenga parche nuevo, que en este caso se activa la que sea más baja).
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El SSD revoluciona la experiencia
El SSD no es ninguna novedad, faltaría más, pero la nueva tecnología SSD aplicada a la Xbox Velocity Architecture ha creado una combinación perfecta en consolas, un combo que no habíamos visto en la vida en una máquina de videojuegos. Acostumbrados a los largos tiempos de carga, esos donde nos ponemos a repasar las redes sociales mientras esperamos que el videojuego termine de arrancar, con Xbox Series X esto se ha acabado. Los tiempos de carga de los títulos se han reducido considerablemente. Por ejemplo, Need for Speed Heat tardaba unos 50 segundos en comenzar en Xbox One, mientras que en Xbox Series X apenas le toma unos 4 segundos.
Esta es una prueba simple, pero se reproduce en todos los juegos probados: donde antes había un tiempo de demora, ahora se hace en una partida mucho más reducida. Además, esto también se nota en una de las opciones introducidas: el Quick Resume. Tras este nombre aparece una nueva función de Xbox que permite cargar juegos de manera superveloz. Gracias a esta característica, imagínate que estás jugando a Gears 5 y quieres disfrutar de Forza Horizon 4. Basta con pulsar sobre este juego y se cargará en unos pocos segundos, pero la clave está en que si quieres regresar a Gears 5, la consola te devolverá al punto donde lo habías dejado (funciona incluso si has apagado la máquina).
Mando y diseño
Con todas las cartas puestas sobre la mesa, ¿qué nos trae el mando? El elemento con el que se juega a un videojuego siempre es una de las sorpresas más esperadas de toda generación, y en el caso de Xbox Series X no hay grandes cambios. Esto no es algo malo; de hecho, incluso es positivo. Microsoft consiguió crear durante la generación de Xbox One uno de los mejores mandos que se recuerda, así que ha continuado con este diseño.
A pesar de repetir esquema, sí que posee algunas novedades. Por ejemplo, es más pequeño que su hermano mayor, lo que facilita un mejor agarre y ergonomía a la hora de jugar. Además, el tacto es rugoso para que no se nos resbale y con unos gatillos traseros de mayor recorrido para que pulsarlos sea más fácil. Y para rizar el rizo, la cruceta se ha cambiado por completo, de manera que ahora tiene 8 ejes marcados en lugar de 4 (al clásico arriba, abajo, izquierda, derecha se le suman ahora las diagonales). Pocos cambios, pero los que hay son a mejor, así que poco que rechistarle.
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Por otro lado, el diseño de la consola es como el de la torre de un PC, pero en dimensiones más reducidas. La mejor manera de colocarla es en posición vertical, dado que el ventilador está situado en la parte superior (y, por tanto, el aire se expulsa hacia arriba con mayor facilidad que colocada en horizontal). Un diseño robusto y simple, pero que encaja de escándalo gracias a sus dimensiones.
Así mismo, la interfaz de la consola es similar a la vista en Xbox One, por lo que no se observan grandes diferencias. Como mucho, resaltar que la propia máquina incluye una gran variedad de opciones de personalización, sobre todo al iniciarla por primera vez. La misma será la encargada de decirte cuál es la mejor configuración tomando en consideración aquello que posees a nivel de pantalla.
¿Merece la pena comprar una Xbox Series X?
Aquí llega la pregunta clave: ¿merece la pena comprar una Xbox Series X? Y la respuesta es depende. La consola sale con un hándicap muy importante, que no es otro que llegar al mercado sin un gran videojuego exclusivo que haga las bondades de los jugadores (como suele ser habitual). A partir de aquí, esto ya excluye un poco el rango de jugadores, por lo que entran otras variables.
Si tuviste una Xbox One de 2013, el salto que hay respecto a esta es increíble. Vas a notar más que nunca el tener una consola de nueva generación. Sin embargo, si compraste una Xbox One X durante 2017, el salto es algo menor, por lo que vas a notar menos la diferencia. Esto ya puede orientar para un lado o para otro, igual que si posees un PC de gama alta, donde casi todo lo que tiene la consola podrás jugarlo también ahí.
En resumen, si tienes una Xbox One de 2013, el cambio merece la pena. Si tienes una Xbox One X o un PC de gama alta, aquí depende más de si dispones de ese capital para desembolsar. Sea una opción u otra, la máquina no defrauda, sólo que te sorprenderá más o menos dependiendo de dónde vengas (o qué tienes).